Mi novio el extranjero lo es por doble vía: es ruso-alemán. Nuestro idioma común (nooo, no voy a decir aquí que es el del amor, aunque sí, ¡y qué!) es inglés. Creo que esa es la parte más desesperante pero a la vez más entretenida del tema. Desesperante porque lo de ponerse bien malcriadita y pelear no sale por supuesto tan natural con en español ni es tan fácil, pero eso también ayuda para que uno ‘afine’ y decida simplemente evitar la discusión solo por la incompetencia de ponerse a la altura del conflicto. Y entretenida por varias razones, la más importante por supuesto el dirty-talk, si es que eso es algo que a uno le gusta, claro. No entender nada de lo que le están diciendo pero saber que es algo muuuyy sucio es bien hot. ¡Y decir en español cosas que probablemente uno no le diría a una persona que hable su mismo idioma es maravilloso! Oírse uno mismo diciendo algo y pensar “qué cursi o pesada que estoy siendo pero no me importa en lo más mínimo porque no me entienden”. Todo suena bien en otro idioma si no lo entiendes: no hay palabras cursis, no hay palabras muy fuertes, no hay frases ridículas. Uno se da una licencia de decir en español todo lo que antes solo era válido para telenovelas. Es regio.

Otro punto muy positivo de tener novio extranjero es por supuesto no tener que someterse al escrutinio familiar de “es hijo de éste” o “estudió en éste colegio o universidad” que, al menos en la mía, inevitablemente sigue pasando. Cero. Es un don nadie sin relación alguna con mis círculos familiares ni sociales. Es él y no más, y para su entorno yo soy simplemente la novia colombiana. Qué dicha.

Ahora, tengo que aclarar que no llevo mucho tiempo con mi novio extranjero. En este punto todo es emocionante y tal. Habrá que ver si con el tiempo lo que ahora me parece una ventaja me va a terminar pesando. Si no poder explicar chistes con juegos de palabras en algún momento me va a parecer inmanejable. Pero por ahora renuncio a todo eso a cambio de aunque sea unita, una palabrita en su indoeuropeo soez y rudo.