Para llegar a esa conclusión los científicos emplearon imágenes térmicas en las mujeres a la hora de interactuar con su contraparte masculina de una forma no sexual. Se monitoreó la piel de las palmas de las manos, los brazos, el pecho, y la cara de las mujeres participantes.

Durante la interlocución, las mujeres experimentaron un aumento de hasta un grado centígrado en el rostro, a pesar de que no había evidencia de sensación de rubor, ni siquiera gusto por el hombre al que le hablaban. Caso contrario cuando eran dos mujeres las que hablaban entre sí, donde no hubo ningún cambio.

El paso a seguir es detectar cuál es la función de una mayor irrigación de sangre en la piel de la cara de una mujer al contacto social con los hombres, Carmen Lefevre, coautora del estudio, dice que esta reacción podría ser un cambio fisiológico que la percepción masculina pudiera detectar inconscientemente e influir en el atractivo físico que les despierta una mujer determinada.