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Tomada por: ThinkStock.Sé que estás pensando: “Aquí viene otra vez este calvo a fregarme la vida”, y tal vez tengas razón. Estoy consciente de que a los 3 años no debí pedirte que me trajeras una motosierra para cortarles la cabeza a las Barbies de mis hermanas; ni que a los 5 años debí solicitarte una plataforma de misiles para derribar cuanta cigüeña estuviera en vuelo con el fin de disminuir la sobrepoblación de la Tierra; ni que a los 7 debí suplicarte que me regalaras un submarino para traer cigarrillos de contrabando desde Panamá, o que a los 9 nunca debí exigirte que me regalaras un harén en donde estuvieran: Batichica, Supergirl, mi Bella Genio, Hechizada, la Mujer Maravilla y Gatúbela al mismo tiempo –cosas de niño, como entenderás–.
Estoy consciente también, de que no debí enojarme contigo en la forma como lo hice por el solo hecho de no complacerme en ninguna de mis peticiones –ya entiendo que mi última solicitud, por ejemplo, no me la concediste para evitar un problema pues de adulto ya sé que Batichica y Gatúbela no se llevan bien–. Esta vez acudo a ti con el fin de suplicarte algunas cositas –más reales eso sí–, que no son para mí sino para mis congéneres terrenales; sin ellas muchos de mis hermanos en la Tierra la verían muy pero muy peluda; te prometo que, de concedérmelas, jamás volveré a hablar mal de Uribe, ni de Petro, ni de nuestros congresistas ni concejales, por el contrario, les pondré una velita a cada uno con una estampita tuya. Amén.
El Regalo Perfecto Para:
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El próximo director de la CIA: Un manual de anti-espía, del Súper Agente 86, última edición, para cuando le dé por ser infiel, no lo pillen tan pendejamente como al anterior director.
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Los agentes del Servicio Secreto: Una inyección reductora de testosterona e inhibidora de la libido, para que cuando estén de servicio se preocupen más por cuidar al señor Presidente que por revolcarse con cualquier fufurufa.
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Nuestros congresistas y concejales: Un vehículo, el que sea, desde un carrito de balineras, o una zorra, hasta una limusina con cohetes de propulsión a chorro, para que no se tiren la platica de los contribuyentes en su transporte personal.
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Las niñas colombianas: Mucha, PERO MUCHA, dedicación, berraquera e inteligencia, para que en el futuro el país tenga muchas más Marianas Pajón y menos, pero muchísimas menos, mujeres anti BIT*.
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Conchita (la burrita de Juan Valdez): Antidepresivos, pues después de que el Papa Benedicto XVI dijo que no hubo ningún burro en el portal o establo donde nació el Niño Dios, la pobre Conchita se quedó sin parientes ilustres –aunque todavía le quedan varios en la política–.
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Daniel Ortega: Un tarrito de agua del mar colombiano que el Tribunal de La Haya le otorgó a Nicaragua, para que se peine los tres pelos que le quedan y no ande siempre como un orangután alopécico con mal de Parkinson.
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Y otro regalo: Un fallo del Tribunal de La Haya que le ceda la capital colombiana a cualquier país desarrollado, pues solo un alcalde extraterrestre podrá solucionar el problema de las basuras, los huecos, el transporte público, ‘las zorras’, etc., etc., etc.
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Todos los humanos: Un servicio funerario bueno, bonito y barato, porque por lo expuesto en la reciente “Cumbre de Cambio Climático”, donde las potencias más importantes del planeta no quisieron firmar el compromiso de reducir la emisión de elementos contaminantes en la atmósfera, todos los pobladores de la Tierra estaremos pronto más achicharrados que lechona navideña.
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Colombia: El Miss Universo, solo ganado una vez, en 1958, para que dejen de jorobar cada año con esa vaina, y para que las reinas colombianas se sigan comiendo el cuento de que son las más lindas del mundo.
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Colombia: Una Superintendencia de Superintendencias, para que vigile a esas entidades que tienen que vigilar pero no sirven para vigilar lo que deben vigilar.
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Pinochenco –perdón, Timochenko–: Una dosis del suero de la verdad, para que nos diga sin rodeos ni mamaderas de gallo si este proceso de paz sí es serio de verdad.
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César Borja (Mi): Un empleo de juez o congresista aunque sea por unos diítas–, para poder devengar una pensión multimillonaria y vivir como un rey el resto de la vida, pues, como bien sabrás Jesusito, lo peor de las ‘roscas’, y ‘los carruseles’, es no estar en ellos.
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