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Saludo animal con Margarita Ortega
Saludo animal con Margarita Ortega
Aunque hay muchos motivos por los cuales este tema es de suma importancia para mí, pensaba, no sé por qué, que el asunto animal, talvez, resultaba mejor expresado a través de otros canales. Sin embargo, dadas las razones que explicaré de inmediato, me tomo el tiempo y las líneas de esta columna para hablar sobre el respeto y los sentimientos de amor y gratitud que profeso por los animales. Las razones por las que hoy ustedes leen esto son dos: La primera, resume en pocas palabras el lineamiento emocional, intelectual, social y hasta espiritual, si así se quiere ver, de mi vida en sí.
Con convicción entiendo la vida sobre la Tierra como un todo, donde la desestructuración nos aleja, insoportablemente, de nuestra verdad como especie y del hogar que habitamos. La segunda es que bajo esa máxima de grupo, de sencillez y de humanidad, mi hija quien casi siempre lee lo que escribo antes de enviarlo a mi editora, lleva dos semanas pidiéndome que lo haga sobre el tema. Su motivación honesta y serena funciona como un espejo en el que necesariamente es una obligación reflejar la luz de unos afectos que por momentos me llenan de dolor frente a la triste situación de los animales en el mundo y frente a nuestra pobre y estrecha conciencia humana, pero que por otros me cobija con la esperanza de una evolución en la que todos estemos a salvo y en paz. Sin la sabiduría de una visión mayoritariamente integral, holística y sanadora, no podremos reparar y continuar.
Seguiremos narrando la historia de nuestro deceso una y otra vez, repitiendo los mismos errores. Nuestro mal llamado progreso ha socavado no solo las reservas de todo tipo del planeta, sino que además ha deformado nuestra visión de lo que somos y de lo que seremos proyectados en las futuras generaciones. El respeto, la consideración, la compasión y el derecho a una vida y a una muerte dignas son valores de una estructura de la que nos hemos apropiado sin respeto, consideración ni dignidad hacia esos otros que nos han acompañado desde siempre. El valor real e íntegramente positivo de aquellos a quienes consideramos inferiores reside en que solo en ellos y en ese ingrediente agregado que nos parece tan irreal y tan distante, habita nuestra raíz más profunda y contra la que tanto luchamos, la más real y la que siempre aflora, nuestra parte animal.
Sí, somos animales humanos y aunque hoy en día para parecer humanos no animales tenemos que oler artificialmente a lavanda, a rosas y a jazmín, deberíamos saber que todavía sudamos, sentimos hambre, nos apareamos por instinto y sobre todo que el mismo carnaval de hormonas que nos precede ante los hechos, que también actúa en ellos, nos mantiene aquí bajo la premisa de la supervivencia y nos permite definir el miedo, el rechazo, el dolor y por supuesto el amor. Como grupo, como sociedad, nuestra crueldad y abandono hacia los animales no tiene perdón. Suceden cosas atroces y estos hechos deberían penalizarse, ya que no hemos logrado hacer en nuestro viaje interior un trabajo sabio y consciente.
Debería haber mayor educación al respecto pero, sobre todo, desde el hogar, y tendríamos que dejar de ver por encima del hombro todo lo que suponemos no se nos parece porque la vida es solo una y en eso todos somos iguales. Por último, habría que darles un orden a nuestros intereses, no a los del sistema, y comprender que nuestras decisiones dentro de él y sus dinámicas productivas hacen el cambio.
Con todo mi ser espero alcanzar a vivir en un planeta sano y en no solo un hogar para el futuro, sino a demás en una Tierra habitada por buenos seres humanos dignos de dicho futuro. Sé que aquel que no logra darle su lugar con respeto, voluntad y comprensión a los animales jamás podrá asumir una vida de evolución en el amor y una convivencia honesta con sus congéneres.
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